La caída del cabello crea a menudo ansiedad y malestar, tanto a nivel psicológico como desde el punto de vista estético, llegando a afectar incluso nuestra calidad de vida. Este trastorno puede asociarse a patologías agudas o crónicas, a carencias nutricionales o a condiciones de estrés psicofísico: condiciones que influyen negativamente en el aparato gastrointestinal provocando su inflamación y, por ende, una mayor permeabilidad de la mucosa entérica con la consiguiente estimulación del sistema inmunitario por parte de proteínas extrañas.

Numerosos estudios han demostrado hasta hoy que en la composición y la función de la mucosa intestinal participan activamente las bacterias que proliferan en nuestro intestino. Junto con otros numerosos microorganismos –hongos intestinales, virus, protozoos–, estas bacterias conforman lo que se denomina microbiota, término derivado del griego que significa “conjunto de seres que residen en un determinado lugar”. En particular, cuando este ecosistema está en equilibrio hablamos de “eubiosis” mientras que, en caso de desequilibrio en la cantidad y calidad de estos microorganismos intestinales, se habla de “disbiosis”. Este estado de alteración puede provocar una serie de trastornos intestinales e, incluso, extraintestinales. La dieta, entendida como hábitos alimentarios, el intestino y el microbiota están estrechamente relacionados entre sí; en particular, el microbiota desempeña un rol fundamental en el metabolismo de las proteínas, los hidratos de carbono y los ácidos grasos, así como el de las vitaminas y otros metabolitos.

Hay cada vez más estudios que demuestran la relación existente entre el microbiota intestinal y la salud del cabello. Está demostrado que el microbiota no solo estimula la producción de algunos de los nutrientes necesarios para el crecimiento capilar, sino que también es capaz de modular las hormonas que controlan la transición entre las diferentes etapas del ciclo vital del cabello: anágena, telógena y catágena. Se ha observado que, junto a otros factores concomitantes, la disbiosis intestinal provoca el desarrollo de diversas formas de alopecia, y es precisamente por esta razón que el microbiota intestinal y su metabolismo son potenciales objetos de estudio para resolver los trastornos capilares. Por tanto, es posible intervenir en el microbiota intestinal restableciendo la eubiosis a través de una alimentación correcta, con el uso de probióticos que modulen correctamente el sistema inmunitario no solo a nivel intestinal, sino también a nivel sistémico, a fin de mejorar los mecanismos de las respuestas inmunitarias inadecuadas.

La salud de nuestro cabello, por tanto, recibe una fuerte influencia de varios factores y está muy asociada a una dieta balanceada, que aporte todos los nutrientes necesarios para la producción de los componentes de los folículos pilosos y para la síntesis de la queratina. Tanto es así que, en caso de dieta no equilibrada, el cabello observado al microscopio se presenta con un diámetro inferior, los bulbos son más pequeños y las vainas foliculares, o sea los tejidos que mantienen el cabello anclado en el cuero cabelludo, tienen poco espesor o, incluso, son completamente inexistentes. Considerando además que entre el 65% y el 95% del cabello está constituido por queratina –una proteína– y solo la parte restante por agua, grasas, pigmentos y oligoelementos, es fundamental responder en primer lugar a la demanda proteica, pero también completarla con los otros elementos esenciales. Por tanto, una dieta saludable y balanceada para la salud de nuestro cabello debe constar ciertamente de un correcto aporte de agua –aproximadamente un litro y medio– para mantener la hidratación del cuero cabelludo y la suavidad del cabello. No tienen que faltar en absoluto las proteínas y los aminoácidos, como la cistina y la lisina, que son esenciales para la síntesis de la queratina, sobre todo la cistina, aminoácido azufrado que aporta resistencia y elasticidad al cabello. Por otro lado, la taurina y la arginina contribuyen a la nutrición de los bulbos pilosos y se encuentran en las carnes rojas, los huevos y el pescado; la glicina y la histidina, además, son importantes constituyentes del colágeno, estimulan la renovación celular y el trofismo del cabello.

La salud y belleza de nuestro cabello depende también de un adecuado consumo de oligoelementos. Entre estos, el principal es siempre el hierro, componente fundamental de la hemoglobina –molécula que transporta el oxígeno–, por tanto un mineral que garantiza la oxigenación y la nutrición del cuero cabelludo y de los folículos. Tampoco hay que descuidar el consumo de zinc, presente en las carnes y el pescado, dado que estimula el sistema inmunitario y favorece la actividad de las células germinativas; el magnesio, presente en cereales, hortalizas, frutas secas y legumbres, que favorece la síntesis de algunos enzimas que intervienen en la producción de melanina y en el crecimiento del cabello; el cobre, presente en las espinacas y patatas, crustáceos y moluscos, nueces, chocolate, leche y derivados, que contribuye en la síntesis de la melanina, encargada del color de nuestro cabello.

Asimismo, son muy importantes las vitaminas, dado que algunas están involucradas en la actividad folicular y, en ciertos casos, su carencia a causa de dietas drásticas y demasiado restrictivas seguidas sin mucho escrúpulo puede comportar trastornos capilares.

En síntesis, sabemos más que nunca que somos lo que comemos... ¡y está a la vista de todos!

 

 

SON SIETE LAS VITAMINAS ESENCIALES PARA LA SALUD E INTEGRIDAD DE NUESTRO CABELLO, CADA UNA DE LAS CUALES CON UNA FUNCIÓN ESPECÍFICA DENTRO DEL SISTEMA INTEGRADO POR EL CUERO CABELLUDO Y EL CABELLO.

VITAMINA A

Comenzando por la primera, la vitamina A –denominada también Retinol porque interviene en el sistema de la vista–, es importante para el cabello por ser coadyuvante en la formación de mucopolisacáridos, o sea los azúcares que constituyen la dermis y las vainas del folículo piloso, además de modular la síntesis de la queratina y desempeñar una importante acción antioxidante contra los radicales libres.

VITAMINA E

En segundo lugar la vitamina E, otra vitamina antioxidante que combate los radicales libres responsables del envejecimiento precoz del cuero cabelludo y del cabello.

VITAMINA B

Por otro lado, las vitaminas del grupo B regulan el metabolismo del folículo piloso y es fundamental introducirlas con la dieta, porque nuestro organismo no es capaz de producirlas autónomamente. En particular, la vitamina B1 ayuda al cabello a crecer saludable y fuerte; la B2 estimula la secreción sebácea y los procesos metabólicos de las células y del folículo piloso, por tanto su carencia puede provocar sequedad cutánea; la B3 interviene en el correcto funcionamiento del metabolismo energético, contribuye a mantener la integridad del cuero cabelludo y del cabello; la B4 promueve la actividad folicular; la B5 contribuye a fortalecer el tallo del cabello y acelera su crecimiento; la B6 interviene en la asimilación de las proteínas y actúa en el enzima 5-alfa reductasa, combatiendo la transformación de la testosterona en DHT; la B9 es fundamental para la síntesis de las proteínas y de los ácidos nucleicos, su carencia es causa del efluvio telógeno agudo; la B12 también es importante y se encuentra en los alimentos de origen animal, bajo forma de complejo proteico.

VITAMINA H

Pasando luego a la vitamina H, se trata de una vitamina hidrosoluble que interviene en la formación de las grasas y en parte es producida por el microbiota intestinal.

VITAMINA D

La vitamina D es importante para la integridad del cuero cabelludo y del cabello: su carencia provoca dermatitis y caída capilar.

VITAMINA F

La vitamina F está formada por una mezcla de dos ácidos grasos esenciales: el ácido linoleico y el ácido alfa-linoleico, a los que se suma el ácido araquidónico. Su carencia es causa de eritemas, sequedad cutánea y descamación del cuero cabelludo, con consiguiente despigmentación y aridez del cabello, llegando a la caída.

VITAMINA C

Por último la vitamina C, cada vez más presente en los cosméticos dado que se trata de una potente inhibidora de la formación de radicales libres, además de fortalecer el sistema inmunitario y favorecer la absorción del hierro.